Por la tarde…
Llevaba todo el día lloviendo, así que decidimos ponerle coto a las horas vacías del aburrimiento. A las diez y media en el Berlín. Será una noche de amigos. Hablaremos de todo y de nada, para llegar a las mismas conclusiones de siempre, que nos envalentonan y nos dan una sensación falsa, pero a la vez maravillosa de seguridad. Nuestra misión en esta noche lluviosa es forjarnos un destino de héroes marginales, aunque sólo sea por unas horas, tenemos que seguir al pié de la letra las palabras de Baudelaire “hay que ser sublimes sin interrupción”. Un destino de seres inmortales que frecuentan garitos donde se destila el turbio aroma del amor. Dandys que no saben una palabra de inglés, ángeles de alas lisiadas. Eso somos. Sin rodeos ni preámbulos, sin tiempo que perder. Ahí fuera parece que el temporal arrecia, y ya se velan los colmillos amarillos del día que acaba.
Por la noche…
Pide más cervezas que siento vértigo a cerrar las pocas puertas que quedan entreabiertas, y a enfrentarme a las insanas emboscadas del tiempo. Necesito unos labios de mujer en los que descansar ajeno a ese montón de letras que quedan por pagar. Miras la hora y te da igual. En ese momento te abrazan y te dicen que ni se te ocurra marcharte ahora. Se acumulan las cervezas sobre la barra. Mañana seremos Robinsones sin una maldita piscina en la que poder naufragar.
Pide esa canción que habla de una playa donde espera (sentada) una mujer, o esa de Dylan que nos pone tan tristes. Pide lo que te de la gana, pero dile al camarero que no nos deje con este silencio tan poco decoroso y lleno de ceniceros rotos.
Por la noche, más tarde aún…
Bendita camaradería entre amigos. Camaradería infinita, turbulenta, magistralmente incrustada en cada una de nuestras miradas. No hay mañana, sólo nos queda un “hoy” ojeroso y canalla que las vuelve a todas locas.
Ya están recogiendo las mesas. Van a cerrar el bar. Todos a la calle. Es la última vez que te hago caso y salgo sin paraguas con la que está cayendo.
Quedaba un último incidente por destacar. A la vuelta de la esquina, nos encontramos a Noé sentado en un banco bajo la lluvia, repasando las instrucciones para estropearle al de allí arriba otro diluvio universal…
Llevaba todo el día lloviendo, así que decidimos ponerle coto a las horas vacías del aburrimiento. A las diez y media en el Berlín. Será una noche de amigos. Hablaremos de todo y de nada, para llegar a las mismas conclusiones de siempre, que nos envalentonan y nos dan una sensación falsa, pero a la vez maravillosa de seguridad. Nuestra misión en esta noche lluviosa es forjarnos un destino de héroes marginales, aunque sólo sea por unas horas, tenemos que seguir al pié de la letra las palabras de Baudelaire “hay que ser sublimes sin interrupción”. Un destino de seres inmortales que frecuentan garitos donde se destila el turbio aroma del amor. Dandys que no saben una palabra de inglés, ángeles de alas lisiadas. Eso somos. Sin rodeos ni preámbulos, sin tiempo que perder. Ahí fuera parece que el temporal arrecia, y ya se velan los colmillos amarillos del día que acaba.
Por la noche…
Pide más cervezas que siento vértigo a cerrar las pocas puertas que quedan entreabiertas, y a enfrentarme a las insanas emboscadas del tiempo. Necesito unos labios de mujer en los que descansar ajeno a ese montón de letras que quedan por pagar. Miras la hora y te da igual. En ese momento te abrazan y te dicen que ni se te ocurra marcharte ahora. Se acumulan las cervezas sobre la barra. Mañana seremos Robinsones sin una maldita piscina en la que poder naufragar.
Pide esa canción que habla de una playa donde espera (sentada) una mujer, o esa de Dylan que nos pone tan tristes. Pide lo que te de la gana, pero dile al camarero que no nos deje con este silencio tan poco decoroso y lleno de ceniceros rotos.
Por la noche, más tarde aún…
Bendita camaradería entre amigos. Camaradería infinita, turbulenta, magistralmente incrustada en cada una de nuestras miradas. No hay mañana, sólo nos queda un “hoy” ojeroso y canalla que las vuelve a todas locas.
Ya están recogiendo las mesas. Van a cerrar el bar. Todos a la calle. Es la última vez que te hago caso y salgo sin paraguas con la que está cayendo.
Quedaba un último incidente por destacar. A la vuelta de la esquina, nos encontramos a Noé sentado en un banco bajo la lluvia, repasando las instrucciones para estropearle al de allí arriba otro diluvio universal…
2 comentarios:
Ese poetaaa. Es un placer interrumpir la jornada laboral de un Lunes, sobre todo para inmiscuirme en estos rincones de mi amigo el 'Tío Ro'. Y ahora una frase que choca de frente con la poesía, pero que hoy tiene más encanto que nunca: 'Es de Primera, Pucela es de Primera'...
Nos vemos pronto: tioboby
GRACIAS, bobby..bienvenido a mi madriguera poética. Me alegré por tí, poca gente conozco que sienta a ese equipo como tú.
Publicar un comentario