Cartier Bresson (1934)
en el fragor
de unos dedos que aprietan
el lápiz o
el desliz nocturno de los que no poseen la lluvia
cuanto más
ahondo en el barro
más ganas de las hostias sinceras de la poesía
y rebuznar salvaje
por entre
las piedras
guardando las caricias a los muertos
eso es precisamente la vida
equivocar la sangre
de su cauce
remar desnudo a contracorriente
en la barca anegada de nada
la soledad subida en su autogiro
la gasolina fosforescente de los gineceos
cuando la sucia
hiena espera en la orilla
y espera
y desespera y ríe por no llorar
los objetos saben más de lo que crees
me digo
cuando elucubro y me ahogo en la fría pileta de los diccionarios
una cartera vacía
un preservativo hecho grulla
por la lujuria de la papiroflexia
una foto de un viejo guerrillero
la cuchara sopera se mueve lasciva sobre la encimera
Lee Harvey Oswald titula “rigor mortis”
a su orgasmo a su poema cagado de luz
los pelos de un arcángel sobre un bidé
la cinta de cassette
que gira del revés blasfema
la muerte de todas las comadronas
y los pobres poetas
destetados un segundo antes del fin del mundo
sin sus tristes peines sin sus oleajes
no hay carta de amor en el mundo
para alojar tanta desesperación…