Cuanto más esperas de la vida más acecha el dolor con su armadura de pálidas llamaradas. Deja de repetir que es una simple cuestión de probabilidades en la ecuación de la felicidad. ¿Pero quién está hablando de probabilidades? ¿Y si en tu dichosa fórmula introducimos improvisación, desapego, una pizca de caos que palpita ansioso por ejecutar relojes suizos? Las equis (X) se convertirán en íes (Y), y el rigor estadístico se irá al traste. Ha llegado el momento de meter el hocico en el vientre de las sumas y las restas, y descubrir el cadáver solitario de otra mentira más.
Los teoremas de física cuántica no conseguirán que esa mujer se vaya a enamorar de ti, ni que te vayas a librar de su azul mecánica que te enajena, ni te escaparás de la rutina insidiosa del amor alterado genéticamente, ni de la ira de los pájaros, ni de la realidad cortocircuitada de la televisión por cable.
¿Quizás no estás a la altura? ¿Quizás no quedan cielos ni antártidas para tu soledad?
La vida y el tiempo se miden con un tic tac corrompido por la seriedad del que es ajeno a la belleza de la palabra “libertad”.
Jamás resolveréis el misterio fuera de vosotros mismos…
Los teoremas de física cuántica no conseguirán que esa mujer se vaya a enamorar de ti, ni que te vayas a librar de su azul mecánica que te enajena, ni te escaparás de la rutina insidiosa del amor alterado genéticamente, ni de la ira de los pájaros, ni de la realidad cortocircuitada de la televisión por cable.
¿Quizás no estás a la altura? ¿Quizás no quedan cielos ni antártidas para tu soledad?
La vida y el tiempo se miden con un tic tac corrompido por la seriedad del que es ajeno a la belleza de la palabra “libertad”.
Jamás resolveréis el misterio fuera de vosotros mismos…
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