A vosotras, que "sois lo único que podemos saber del paraíso en la tierra"
Esta noche no ha sido una excepción, he vuelto a soñar contigo. Tus silencios recortados en “collage” empapelaban mi sueño. Incesante, a lomos de mis garabatos, te reías de la muerte y de sus estanterías de amapolas negras. Has sido puntual, como casi todas las noches, y hermosa al compás de una orquesta de músicos muertos, me has deletreado tu nombre...
Caminas sobre las aguas, siempre descalza, compitiendo en elegancia con los fieros cisnes. Tus pies desnudos brillan en la noche, que va desmantelando mis renglones de violenta poesía. Inverosímil. Así es como apareces en escena, con la veleidosa voluntad de un mago sacas de la chistera, tiniebla, besos y melancolía, y te desvaneces como sí nada. No recuerdo cuando apareciste por primera vez, jamás te había visto, y desenmascaraste con tu presagio el embrujo de esta absurda realidad. Hazme una señal desde el fondo perpetuo de tu sueño, y me sumergiré en el pozo donde la luna aguarda la rebelión venidera, paciente y melosa, como una gata que descompone su ronroneo al atravesar el espejo.
Me debo a tu “cruzada”. Soy un guerrero que cabalga con la espada de los versos cerca del latido inicial, al calor de la palabra en llamas. Mi lucha, mi desvelo, mi única patria, mi clamor, soñar con una puerta, un resquicio sesgado de dolor, y para siempre conjugar en el pupitre que surge en el jardín secreto, tu Verbo desnudo: yo te sueño, tú me sueñas, ellos nos sueñan...