viernes, 30 de abril de 2010

En la casa del árbol


Despúes de un concierto de Marlango...

De madrugada y tal vez un poco borracho. Hace unas pocas horas se apagó el último amplificador, y las luces de ese teatro de butacas rojo bolchevique se quedaron sin argumentos para no llenarse de sombra. Bombillas de colores, un simulacro de humo (olía a dadá y cabaret de entreguerras) y un piano en uno de los extremos del escenario parecía puesto allí para resolver el litigo milenario de la nada con la melodía.

Se abre el telón y los muchachos ya están allí, ocupando el itinerario metafísico de una trompeta viajera, de la batería, de una guitarra negra y blanca deslumbrante, y del piano ajado de antes. Un segundo después, una forma roja delicada se va moviendo en la penumbra para después de unos pocos devaneos hermosos con el anonimato, situarse de frente a la pupila ensimismada del espectador. Leonor Watling, quién sino…Y alguien podría decir que faltaba Tom Waits. Pues estaba, pero no se le podía distinguir, ángel harapiento e hiperactivo, unas veces lo intuías colgado en la lámpara “art decó” del techo, otras veces jodiendo el atrezzo sobrante en las bambalinas, y la mayor parte del tiempo, susurrándole versos indecentes en el oído a Leonor. Y así los chicos tocaban y tocaban, y ella nos cantaba con una voz prodigiosa, suave, esa voz que te gustaría escuchar un segundo antes de palmar, y ya con eso resolverte a ti mismo las dudas sobre la inmortalidad. Que voz. Melodías imposibles llegaban lentas, sin desmenuzar, con espinas de terciopelo. Y yo con cara de idiota resignado a tanta belleza, el resto de la gente no disimulaba su dulce estupor mucho mejor.

Y me imaginé bailando un vals con ella al otro lado de las cosas, o subido en la casa del árbol (de ellos), ajeno a la podredumbre del leñador y de su hacha violenta, allí arriba seguro y calentito, leyendo cuentos de hadas eructados a la lejanía. Había ratos que me sentía haciendo cola a la entrada del paraíso, o reviviendo esa escena, sino recuerdo mal de la película de David Lynch donde en ese teatro, unos fantasmas cantaban en silencio hacia dentro de sus almas y sus huesos, para sus cajas torácicas enamoradas…

Y una canción tras otra, travistiendo los sonidos en ternura, en deliciosos momentos superpuestos unos a otros. Ella danzaba estratégica y frágil, una extraña comunión de vino y rosas con los muchachos. Era perfecto, no puedo decir otra cosa.

La caja de música parecía que iba a parar. Jamás. Alguien programaba su impostura mecánica una y otra vez. Ya no saldré de vuestro embrujo, músicos del fuego y la nostalgia. Fue memorable, será memorable. Recuperé la ilusión, volví a creer que los sapos verdes de los cuentos se trasmutarán tarde o temprano en un príncipe canalla y noctámbulo llamado Marlango…

13 comentarios:

Espérame en Siberia dijo...

A esta mujer la llegué a envidiar mucho cuando me enteré que es la esposa de mi Jorgito Drexler. Pero ya se me pasó el coraje, ya la he ido perdonando, jajaja.

Muchos besos, encanto. Maravilloso tu texto :)

Virte dijo...

Me emocionas, poeta...

Ricardo Miñana dijo...

Excelente texto,
que tengas una feliz semana.

Reina dijo...

Maravilloso texto... pero sobre todo me quedo con tus palabras, esas que dicen...
"subido en la casa del árbol, ajeno a la podredumbre del leñador y de su hacha violenta, allí arriba seguro y calentito, leyendo cuentos de hadas eructados a la lejanía."
Épocas en que en la casa del árbol se realizaban todos nuestros sueños...
Me hiciste evocar recuerdos...
Un beso

MaLena Ezcurra dijo...

Marlango es una maravilla recuerdo su Pequeño Vals y me dan ganas de girar.

Siempre tus palabras rozan el alma.


Te abrazo.

Gabiprog dijo...

La música sabe empujarnos hacía los mejores sueños.


Un abrazo!

charlotte dijo...

"cabaret de entreguerras"

jajjaja. me ne canto esto! y gracias a la vida vivo en ese mundo!!!!!!!!!!! :) te quiero Roberto! me hiciste sonreir el alma!!!

PD: podrías sacar la verificación de palabras?... es que aveces se hace tediosa... :( sino no importa...

Patricia García-Rojo dijo...

¿Sabes? Nunca te había leído así, tormenta de luz en el centro del teatro

Anónimo dijo...

marlango y su música.
leonor watling y todo...
qué envidia!!
leonor es espectacular!!

agárralo en la memoria.

salud-saludos

Vagamundo dijo...

¡Señores! Un foco encendido iluminando el centro de la platea. ¡Que avance ahora el fantasma del artista!

Excelente.

Abajo el telón, el espectáculo empieza a este lado de las cosas.

NoSurrender dijo...

ah, la música es la verdadera magia, el arte que muere a cada instante.

Salud!

MartinAngelair dijo...

Con gafas oscuras y tapones en las orejas,...


...de lo contrario, se va el aire cuando se viene aquí.





(...hasta me salen extrañas mis palabras al responder,...Me gustó mucho...)






Buenos días.
Besos.

Leonor Waitling dijo...

¡Qué rico! Cuando quieras bailamos ese vals, guapo. Me vestí de cuento para ti, para que me escribieras este poema. Aunque sigo preguntándome si preferirás pasar una noche conmigo o viendo a esa argentina, perdón, argentino, que incluso me ha copiado el nombre, haciendo jugaditas y metiendo goles.

Siempre tuya, Leo.