jueves, 1 de septiembre de 2011

el secreto

Fotografía de Masao Yamamoto.
                                                    (ella me lo contó...)

Suenan lejanas
y a veces
dentro de la piel.
Comulgan en una estridencia particular,
se saben jornaleras del vértigo
y por eso
sudan,
y se frustran y llegan tarde. 
Muerden la niebla cansada de la velocidad,
arrinconan  la muerte
voraces,
oliendo a pentotal sódico y tranxilium:
ese deseo
de ser araña dentro de una pompa de jabón,
viajando por el fondo del espejo.

Suenan de distinto modo a las de Chicago, Roma o Estocolmo, tampoco a las de Ramalah
después del festín de las piedras y la cólera de dios. 

Las ambulancias de Florencia
no conocen el lenguaje de los cuervos, 
no saben de las paradojas en los ojos del cirujano,
no quieren cauterizar la herida sucia del amor,
no respetan los límites de seguridad con el resto de vehículos. 
Las ambulancias de Florencia
no han aprendido a despedirse
de los muertos que miran por última vez… 

9 comentarios:

Noelia Palma dijo...

mierda, o yo estoy muy sensible o vos hoy tenés la voz filosa...
no sé

Una dijo...

Roberto.

Creces.

gloria dijo...

No me canso de aplaudirte, compañero.

(mil gracias por esa "araña dentro de una pompa de jabón)

Besos... siempre clandestinos...

alba dijo...

Voy a sentarme al lado de Gloria, aprovechando que ha venido (en realidad, estoy convencida de que siempre viene, entonces... aprovechando que ha arañado la pompa para escribir ;) ). Ella, que es quien mejor y más ha sabido contagiarme la poesía, me enseñó que, por ejemplo, si yo leía "muerden la niebla cansada de la velocidad", supiera que esa mudez que podía, de golpe, embargarme no era sino el asombro, la emoción, ese noséqué fluyendo por ahí dentro, por esas carreteras interiores donde no llegarán nunca las ambulancias, eso que nos salva sin necesidad de nada más. Y eso es lo que ocurre con tus versos clandestinos. Así que, muda, gracias a los dos, a Gloria, mi querida maestra, y a ti, Roberto, por arraigar en el hueso.
Un abrazo a los dos.

Patricia García-Rojo dijo...

leer florencia es abrir tantas puertas que da vértigo

eMiLiA dijo...

Ay, no sé... los últimos versos me dejaron triste.

Abrazo.

Laura dijo...

Ohhh, qué precioso este poema, Roberto. Sublime. Te lo pasas preguntándote de quién habla y una sonrisa tuerce tu gesto cuando lo lees y recuerdas los sonidos de Florencia, la humedad de sus piedras, el vértigo de su arte y cómo suena todo, todo, allí.

Un abrazo, viajero.

Vagamundo dijo...

En Florencia las ambulancias graznan mudas como urracas desconsoladas, y las sirenas se ahogan entre briznas de sol verdoso.

Anónimo dijo...

las ambulancias de Florencia seguro que hubiesen elegido también una fotografía de Masao Yamamoto para despedirse de los muertos