viernes, 29 de enero de 2010

Misterios de Barcelona

Otoño de 2008. He visto atravesar a Vázquez Montalbán la calle. Hoy es un día gris en Barcelona y los ojos de Manolo no se libran de la melancolía generalizada. Llevaba bolsas de comida. Salía de la Boquería como no podía ser de otra forma. Estoy casi seguro de que era él.

Hace ya unos cuantos años de lo de Bangkok. En ese absurdo aeropuerto se te paró el corazón. Justo cuando se nubló tu vista, los pájaros estaban llorando en los techos tristes de la terminal. La lluvia caía con un caos estricto, como la lluvia de hoy, que trae un puñado de recuerdos: La Comuna de París transmutada en la Vía Laietana, ex – jerarcas metidos en el negocio de la poesía, tu Carvalho y sus libros quemados...

Por un momento pensé en seguirte (tantas novelas policíacas). Hubiese sido un error. La escritura se alimenta de nuestra sangre enfática. No hay que buscarle otra explicación. Moriremos escribiendo, abrazados a una utopía vieja y desnuda. Si nos privan del ejercicio legítimo de soñar, habrán acabado demasiado pronto con nosotros ¿No te parece Manolo?

lunes, 18 de enero de 2010

yo, transeúnte

Esta noche tengo unas ganas infinitas ( e insanas) de poesía. Escribí esto...

Transeúnte es la palabra más hermosa de todas las que habitan la calle. Su esqueleto suena a huida delicada entre cartones de huevo, purpurina y pompas de jabón. Es la palabra que nos hace desconcretizarnos y que recibamos con los brazos abiertos a lo abstracto, a lo unánime que participa de nuestro corazón callejero que hace diez mil años aullaba a lunas extranjeras. Paseo por la calle y me siento el señor de bigote que lee el periódico en un banco, o la adolescente que fuma el tabaco robado a su madre, o me hago cargo de la lujuria sosegada que oculta bajo la sotana, el joven sacerdote (…) Rostros que van a parar al fondo de un poema entre el olvido y la resina fósil de mi abandono.

Pasa el tren que va hacia el norte, y me entran ganas de correr tras él en mi condición de transeúnte, monarca único del anonimato. Mi reino es del que pasea divagando estrellas, así de simple, no hay rincones exclusivos, nadie ama la metralla hiriente de la luna . Y sino que se lo pregunten a las babas sobrenaturales del caracol que me dicen, una y otra vez, quién no creo ser…

lunes, 11 de enero de 2010

en acantilados

Me vierto entre el nexo de tus muslos
y la penumbra
Vierto sacapuntas
nubes manchadas de terciopelo
me vierto en lapiceros
de poetas malditos
que malviven de escribir tu nombre en
acantilados de cristal
me vierto en la espuma del mar
y la ola suministra
la devoción de la que soy
partícipe
me vierto en la tempestad... si! en la jodida tempestad…

me vierto en tu piel mística
y en la forma de entrecomillar tan hermosa
de tu cuerpo desnudo al abofetear al misterio
(ella se pasea por el fin del mundo)

vierto ensueños y baratijas
y los lunes me recuerdan
que soñarte no son maneras
de empezar
el tedio de otra carrera de obstáculos sin encontrarte…

domingo, 3 de enero de 2010

La vieja y el perro


"Quiero cesar sin consecuencias...
Quiero ir a la muerte como el que va a una fiesta en el crepúsculo."
- Fernando Pessoa ( a través de su heterónimo, Álvaro de Campos)
La vieja y el perro caminando hacia el crepúsculo. Se van para siempre hacia la promesa muerta de una aurora detenida. La vieja sobrevive al frío de la tarde con una bufanda marrón que le cubre hasta la boca, nadie diría de la sabiduría que atesoran sus zapatos. El perro olisquea el semen de los faunos que gobiernan las siestas, y que se esparce invisible por las cunetas. Es un rastro fiable, una sutil palabrería de la naturaleza que se deshilacha entre los cardos mordidos de la era silenciosa.

La tarde va cayendo, y ellos dos corroboran sin saberlo, la metafísica del griego antiguo que se bañaba diez mil veces en un solo día en la corriente turbulenta de la vida. Ellos cesan, acaban como empezaron, caminando hacia el sol que yergue atalayas de humo y cristal. Ellos cesan, (no sirve el colutorio rojo para las noches, ni las pastillas para desparasitar al perro, no sirven las magdalenas y la mantequilla agria antes de ir a misa, no sirve el perseguir perdices con ladridos y devoción…) Ellos cesan, pero la vida sigue expoliando los tesoros enterrados del misterio de esa célula que estalla de aburrimiento en el oscuro centro de la nada…