martes, 27 de octubre de 2009

INFINITUD



Leyendo a Rodrigo Fresán


Relees a Pound descalzo sobre una tumba vacía

Amas todas las cosas

recluido en “la enana blanca”

que alumbra a los primitivos perros del invierno

Y los años luz

Que legitiman

La voracidad de un poema

que empezó por tu corazón

y se perpetúa en otro ser

allí arriba

en “el fondo (deslumbrante) del cielo”…

domingo, 18 de octubre de 2009

LENGUAS ( Y mi domingo otra vez perdedor )

Tristeza de tarde otoñal, de peces sombríos que se me escurren entre los versos que hoy no consigo escribir. Llegará el viento a testimoniar el piar de los muertos, los naranjos servirán de señuelo para aligerar el remordimiento de las truchas que cabecean tristes bajo las piedras. Y la vida que se abre paso entre organismos unicelulares y lechuzas y espejos que guardan voces de viejos tenores demenciados, y la vida que se abre de piernas,( le pese a quien le pese), buscando el goce de una lengua que ha perdido el miedo al silencio de dos cuerpos que buscan amor…

jueves, 8 de octubre de 2009

MARTIN AMIS


Ayer leí un relato de Martin Amis. Hablaba de umbrales de dolor difícilmente soportables. De la cordura que se rompe en mil pedazos. Hablaba de moteles “made in América” y abluciones al amanecer en lavabos de veinte dólares. No podía despegar la vista del libro, me agarraba a las letras que arderían unos minutos más tarde. Todo el mundo sabe en que consiste la fórmula de la combustión, pero nadie sabe cuando termina el trabajo purificador del fuego. El incendio y su elasticidad lírica para llegar donde nadie ha llegado.

En el relato había un tipo que se levantaba de la cama y se miraba al espejo su insomnio, gris y viscoso como una bestia desubicada. Después quedaba con otro tipo en la recepción de un motel de Portland a las 5:35. Estos a su vez quedaban en el aeropuerto de Newark Internacional con otros tipos. Otros aeropuertos. Todos hablaban con otros tipos a través de teléfonos móviles. Ninguno tenía miedo ¿Ha hecho el equipaje usted mismo? ¿Lleva armas punzantes en su maleta? El día iba a ser extraño, ajeno a la insignificancia de las moscas y sus malos presentimientos.

Vuelvan a sus asientos. Volvemos al aeropuerto. Todo va a ir bien. Que nadie se mueva

En las páginas finales se describía a 900 kilómetros por hora el cielo disímil de Nueva York. Las calles con sus hormigueros estáticos. Queens, Coney Island. El estadio de los “Giants” como una inmensa tarta de chocolate para un muerto. La turbulencia no deja rastro, es aséptica como una brizna de hierba viajando en el queroseno. Los pájaros que anuncian el fin de todas las cosas, se dejan vencer por el viento. Delirio y terror. Quizás apenas podía seguir leyendo, tal vez mirase a otro lado. Iba dentro de ese avión. La torre estaba muy cerca. Vertiginoso tormento. Las 8:46:40…
Permanezco sentado en el sofá. Extenuado. Sobrecogido. Habitante del otro lado. Acabo el relato “Los últimos días de Mohamed Atta"...