martes, 25 de marzo de 2008

La guarida de los versos

Este es mi pequeña guarida donde sobreviviré a pequeñas bocanadas de libertad. Me estreno con un poema en el que juro lealtad eterna a todos los poetas que me han enseñado a creer por encima de todo en la poesía. Nos veremos muy pronto entre la oscuridad de este agujero poético...

Mis viejos y pequeños poetas.
Apilados, apretados, constreñidos en la epidermis solitaria de mis estanterías.
Un antiguo sol los maldice a todos y a ninguno.
Sordomudos se postran
con sus cajitas de mil truenos en la orilla de un río sin nombre.
El Eco les divierte un rato,
hasta que se cansan y hostigan
a las palabras con cuchillos de dulzura.
Breves, espumosos, infinitos,
no -natos, calcinados, incendiados,
santos que roban bizcochos y mescalina
en la despensa violenta de los días.
Poetas constreñidos en sus libros,
apilados, apretados,
codo con codo, beso con beso unos con otros.
Legisladores de la belleza, legislan
tumultuosos entre las flores que nacen
en las letrinas,
En el preámbulo de su norma fundamental
habrá cientos de albatros, anclas y olas,
rayuelas olvidadas en la arena,
la turbulenta belleza del mar.
Mis queridos poetas. Apilados, constreñidos, apretados
en la fría inmensidad de la palabra “Nunca”…