jueves, 22 de septiembre de 2011

Ya estamos otra vez...

Fotografía de Bill Brandt

cuando en el vientre
de la poesía
hay albatros y tuercas oxidadas
mierdas de perro y besos tornasolados  

perecemos cuando
el silencio nos hace partícipes de lo desolado
y la parturienta vaya a dar a luz
una palabra que jamás vamos a contemplar
meto la mano y no encuentro
    
es cuestión de vestirse
y bajar a la calle a medianoche
 recorrer una a una todas las cabinas telefónicas
de la ciudad
descolgar el auricular
y escuchar como al otro lado
alguien aguanta la respiración…        

martes, 13 de septiembre de 2011

anoche soñando


("mile of string", 1942. Marcel Duchamp)

Focas amarradas a las puertas de los bares, gatos mendigos…
Una ciudad que era París pero que a la vez era cualquier otra,
una ciudad que devora su propio estómago repleto
de bazares y violentas colisiones de vehículos,
una ciudad de turbantes que viven sin dueño, una ciudad de espejos rotos por donde asoma
un ojo conocido que llora…

Un granadero le revienta un verso a Duchamp en la entrepierna, y se organiza la pelea,  y quiero beber más de eso que bebe el príncipe armenio de la mesa de enfrente, un trago detrás de otro, y después salir a las calles a recitar “una temporada en el infierno” a las putas…cansado de los derviches luminosos que giran  sobre los cielos, asomándome al sexo de una desconocida para depositar la plegaria salvaje de mi beso…(si se besa que no importe el mañana)       

De vuelta a casa llovía mientras ardía la fábrica de esmeraldas. Una noche interminable
me dije
al abrigo raquítico de la intemperie…       

jueves, 1 de septiembre de 2011

el secreto

Fotografía de Masao Yamamoto.
                                                    (ella me lo contó...)

Suenan lejanas
y a veces
dentro de la piel.
Comulgan en una estridencia particular,
se saben jornaleras del vértigo
y por eso
sudan,
y se frustran y llegan tarde. 
Muerden la niebla cansada de la velocidad,
arrinconan  la muerte
voraces,
oliendo a pentotal sódico y tranxilium:
ese deseo
de ser araña dentro de una pompa de jabón,
viajando por el fondo del espejo.

Suenan de distinto modo a las de Chicago, Roma o Estocolmo, tampoco a las de Ramalah
después del festín de las piedras y la cólera de dios. 

Las ambulancias de Florencia
no conocen el lenguaje de los cuervos, 
no saben de las paradojas en los ojos del cirujano,
no quieren cauterizar la herida sucia del amor,
no respetan los límites de seguridad con el resto de vehículos. 
Las ambulancias de Florencia
no han aprendido a despedirse
de los muertos que miran por última vez…