La canción más hermosa del mundo...
Antonio Vega (1957-2009)
A estas horas todo está casi dicho. La prensa, las emisoras de radio desempolvan tus discos, los obituarios de mañana con la tinta fresca y con la herida abierta calientan motores. Pero siempre queda algo por decir, siempre…
La primera vez que entendí de veras el significado de la palabra “melancolía” fue al escucharte, cuando peinabas el vendaval y la ola con tu desasosiego de un chico de provincias que nació en Madrid. Lo hacías fácil y terriblemente hermoso, tan sencillo como mearse de gusto por un verso que se te quema feliz en la conciencia.
A estas horas, pongo tus canciones una y otra vez, esperando que me cuentes cosas, las últimas historias. Necesito que me hables, no puedo soportar el silencio esta noche. Necesito sentirme acompañado como tantas otras veces (recuerdas aquella vez que volví de Roma prometiéndome que jamás volvería a enamorarme, no podía hacer otra cosa que meter mis lágrimas en la maleta y destripar poemas con los ojos enrojecidos por el humo de la nada). Yo era un poeta lastimoso al que siempre dabas cancha. Siempre había hueco en tus canciones para otro pobre diablo que corría “con una bestia detrás”.
Ahora que estamos a una distancia equidistante del silencio. Tú en un lado, yo en otro. Pájaros y más pájaros salen de tus dedos. Los gatos desdoblan sus miradas para abandonar la tuya. Los peces de colores se marchan allí donde el río está pariendo con un risa dolorosa un mar pequeñito. El desalojo hermoso. Buscan reencontrarte. Todos han iniciado el viaje. Si, a ese sitio maravilloso del que saliste, y al que ahora vuelves. Si, (vuelve a sonar la música), allí “donde se creó la primera luz”…
(Gracias por todo, Antonio. Nunca te olvidaré.)